
Esta es la frase que escucho muy a menudo en las consultas online y en las conversaciones de familiares y amigas. En realidad, también escucho alguna que otra un pelín más fuerte. ¿Os suena?
Mi respuesta-pregunta siempre es la misma … ¿tú conducta es la misma confinada que sin confinar?
Vayamos por partes.
En primer lugar, debemos hablar de un término un tanto complejo que psicológicamente no nos ayuda a absolutamente nadie si no sabemos gestionarlo bien, y son escasas a las personas que la incertidumbre no les afecta.
La incertidumbre es aquella expresión manifiesta que nos indica que no hay nada certero, seguro … de la seguridad hablaré otro día. Vayamos al grano, la incertidumbre viene a poner nuestra vida patas arriba, no sabemos en qué fase de la desescalada podremos abrir nuestros negocios, cuándo nuestros hijos volverán al colegio y cómo; en definitiva, no sabemos cuándo recuperaremos nuestra vida anterior. ¿Y qué genera esta incertidumbre? Pues en el mejor de los casos estrés, y subiendo un escalón más tenemos a nuestra amiga la ansiedad.
A nuestros hijos les pasa exactamente lo mismo: no van al colegio, no ven a sus abuelos, no ven a sus amigos y ahora que si pueden salir de paseo, no pueden subirse a los columpios ni toboganes … esas estructuras que alegran el día a la gran mayoría de niños. Recuerdo la cara de mi hija cuando vió que el parque estaba vallado (y eso que esa imagen la hemos ido anticipando), le dolió … le dolió mucho verlo, pero lo asimiló como una valiente. Tan valiente como vuestros hijos. Llevan muchos días encerrados y cuando pueden salir es “con condiciones”, esas condiciones que nos marca el día a día y se escapa de nuestra forma de vivir porque un virus nos arrebató esa forma que teníamos de vivir (esperemos que por poco tiempo).
Los niños son especialmente sensibles y a la par mucho más resilentes que los adultos a los cambios. Lo que intento transmitir es que debemos ser empáticos con ellos. Debemos agacharnos a la altura de sus ojos y dialogar … Dialogar mucho acerca de la incertidumbre que a ellos también les afecta y que posiblemente, sea la causante de esa conducta.
Y para intentar no alimentar esa dichosa incertidumbre que todos aprenderemos a gestionar, vamos a ofrecerle la seguridad y protección que ellos se merecen, ¿cómo?. Ahí van las recomendaciones:
- Rutinas, debemos establecer la rutina. Nuestros hijos deben saber que a las 8:30 se desayuna, que a tal hora comienzan las clases y que a tal otra nos vamos de paseo. Ayúdale a organizarse y planificarse, será un aprendizaje de vida que sin duda te agradecerá cuando sea mayor.
- Disfrutar del paseo. Ahora que tenemos una hora de paseo, debemos disfrutarlo mucho con nuestros hijos. Dejando al margen nuestras preocupaciones y centrándonos en el momento, pensando en el AQUÍ Y AHORA.
- Alimentación saludable y equilibrada. Debemos mantener unos buenos hábitos alimenticios, recordad que por suerte esto del confinamiento en algún momento se irá de nuestras vidas. Es necesario no dejarse caer en tentaciones que luego serán muy difíciles de eliminar de nuestra alimentación. Ahora, debemos mantener el principio de proporcionalidad, no ocurre nada por darnos un capricho en familia un día a la semana.
- Estar conectados con nuestra red familiar o de amigos. Que no podamos verlos físicamente o tocarlos, no quiere decir que no podamos disfrutarles. Un brunch digital, una clase de pilates online … Y lo mismo para nuestros pequeños, fomenta que llame a sus compañeros de clase, primos, abuelos … da igual la edad.
- Relajarse y distraerse. Es un buen momento para iniciarse en el Yoga o Mindfullness, Gym online … (lo que os ayude a sentiros bien y relajaros), en familia es mucho más divertido.
- Debemos mantener la positividad. Particularmente me ayuda pensar que este momento es el ideal para disfrutar de la maternidad, nos permite ver esos pequeños detalles de nuestros hijos que con el ritmo de vida que llevamos se nos escapan. Seguro que si arañamos, algo positivo tiene todo esto. ¡Búscalo!.